Jugar, jugar y juguetes… todo el día igual…
– Mamá, ¿quién inventa los juguetes?
– Los duendes del País de la Plastilina.
– ¡¡¡ del País de la Plastilina !!! … y ¿quién los trae hasta aquí ?
– Algunos los traen los Reyes Magos o Papá Noel. Y los otros juguetes, los mete el Señor Pocoloco en su maletín, y los va dejando en las tiendas de todos los pueblos y ciudades .
– ¡ ¡ ¡ A a a a a a a h h ! ! ! !
Esta es la historia de un muñeco que vivía en el país de la plastilina. Un muñeco blandengue y larguirucho, de cabeza redonda y sonrisa grande. Estaba convencido de que su inventor, el Señor Pocoloco, un día lo metería en su maletín y lo llevaría hasta un pueblecito donde sería el compañero ideal de juegos de los niños. Allí lo vestirían con hermosos ropajes y un sombrero de muchos colores.
Lo que no sabía el muñeco era que, el Señor Pocoloco no tenía ninguna intención de llevarle en uno de sus viajes. Él lo quería mucho, pero no estaba satisfecho con la forma que le había dado a sus manos: grandes, con los dedos largos, dedos torpes… no podía jugar a la comba ni a las canicas.
El Señor Pocoloco se ponía triste cada vez que colocaba en su maletín los nuevos juguetes que había inventado, y veía al muñeco sentado en un rincón esperando a que lo metiera en su equipaje.
Siempre le decía lo mismo: esta vez no puedes venir conmigo, tal vez la próxima ocasión…
Y el muñeco de los dedos largos se resignaba, lloraba un poquito, y se iba a su cuarto a mirar los libros con fotografías de niños de todas las edades. Se animaba con la idea de que un día jugaría con todos, y que cuando lo conocieran lo querrían tanto como él a ellos.
Una mañana de verano el muñeco salió a pasear. Se encontró con la Sra. Castañuelas que era muy simpática y alegre y siempre le contaba bonitos cuentos. Juntos llegaron hasta el arroyo Cantarín y se sentaron en la orilla, en un punto donde el agua formaba un remanso que parecía un espejo.
El muñeco le explicó a la Sra. Castañuelas que le entristecía que el Señor Pocoloco no le llevara en sus viajes, y que se aburría mucho por no poder jugar con los niños.
Entonces ella le dijo: Si quieres saber la razón por la que el duende no te pone en su maletín, debes preguntarle al arroyo Cantarín, pues éste, conoce todos los secretos del país de la plastilina.
No se lo pensó dos veces. Miró las cristalinas aguas en las que se reflejaba su imagen.
Se puso serio. Y recitó el conjuro que le indicó la Sra. Castañuelas :
Río Cantarín, Río Cantarín
soy un muñeco
simpático y saltarín
que quiero ver el mundo
y no me ponen en el maletín
¿ Por qué el Señor Pocoloco,
no quiere que vaya con él ?
¿ Acaso no soy hermoso,
alegre y dulce
como un pastel?
Cuando acabó de decir estas palabras, las aguas del arroyo formaron un remolino y de él surgió la figura de un HADA muy bella que iba vestida con un traje brillante de color verde.
El HADA miró al sorprendido muñeco y le dijo :
Eres un muñeco simpático y de gran corazón,
pero eso no basta,
para viajar por el mundo tienes que averiguar
a que sabes jugar
y como divertirás a los niños.
Solo entonces entrarás en el maletín.
Piensa que puedes hacer,
y cuando lo sepas …
viajarás.
Una pista te voy a dar, muñeco inquieto,
recuerda :
la risa es la mejor amiga de los niños.
Las aguas se calmaron mágicamente, y el HADA desapareció.
El muñeco se quedó pensativo, miró sus manos, y por primera vez, tomó conciencia de que, efectivamente, eran muy grandes.
¿ Qué puedo hacer ? -se dijo a si mismo- ¡ Yo quiero jugar con los niños, no hacerles daño !
La Sra. Castañuelas trató de animarle diciéndole que todas las cosas sirven para algo, y que si sus dedos no eran adecuados para jugar a las canicas, seguro que los podía utilizar en otros menesteres y diversiones.
Se despidió, y se fue río arriba más triste que nunca.
Andando, andando llegó a la casita de Miércoles y Luna Llena, dos duendecillos que se llamaban así porque uno nació en ese día de la semana, y la otra en una noche en la que el cielo estaba cubierto por una gran luna roja.
Miércoles le estrechó la mano y comenzó a reír. Luna Llena saltó a sus brazos, y también estalló en grandes carcajadas. Los tres eran muy amigos. Se comieron una tarta de fresas y chocolate, y luego se fueron a pescar.
Los tres estaban callados, disfrutando del sol, cuando de pronto, un pez tiró del hilo de la caña deLuna Llena y, la pequeña duende, que estaba distraída, cayó al agua. El muñeco se arrojó al arroyo y sacó a su amiga, ésta, en vez de llorar por el inesperado baño… se puso a reír. El muñeco pensó queLuna Llena era muy valiente y que no se había asustado. Pero… al cabo de un rato… una idea… se fue formando… en su cabeza redonda y de orejas pequeñas… Una idea que le hizo muy feliz. Para saber si lo que estaba pensando era cierto, cogió por sorpresa a Miércoles por la cintura y lo lanzó varias veces por los aires. Cada vez que el duendecillo caía en sus manos de grandes dedos, rompía a reír con fuerza. ¡¡¡Claro!!! -gritó el muñeco- ¡¡¡ Ya se como divertirme con los niños !!!
Sin decir nada más, se despidió de sus amigos, y volvió corriendo a la casa del señor Señor Pocoloco que acababa de regresar de un largo viaje.
Entró sudoroso y alegre, casi sin respiración; y le dijo al duende que lo había creado: Ya puedes meterme en el maletín. Soy el mejor juego que has inventado. Mis dedos, grandes y torpes para algunos juegos, poseen la magia de la risa.
A quienes tocan les producen cosquillas, y las cosquillas les hacen reír, y al reír se divierten, y tienen ganas de hacer cosas, y conmigo siempre están contentos!!!!
El Señor Pocoloco escuchaba asombrado, sin creer lo que el muñeco le decía. Entonces, el muñeco dejó de hablar y pasó a la acción. Se abalanzó sobre el duende, le tocó la cintura y el cuello con sus largos dedos, y el anciano comenzó a reír como nunca la había hecho.
El muñeco tenía razón: ¡ Era el mejor juguete del mundo ! Era el mejor compañero de los niños… era ¡ El rey de la risa !
Al día siguiente, el Señor Pocoloco, despertó temprano al muñeco que dormía con cara de felicidad. Le preparó un tazón de chocolate caliente y le dijo: Hoy te meteré en mi maletín y te llevaré a un país muy lejano para que conozcas muchos niños, pero antes … ¡ Tenemos que buscarte un nombre!
El duende llamó a la Sra. Castañuelas, a Miércoles y Luna Llena, y a todos los duendes que quisieron acompañarles en la ceremonia. Todos juntos se adentraron en el bosque; y, a paso ligero, llegaron hasta el arroyo . . . se acercaron al punto donde el agua formaba un remanso. Todos callaron. . . y sólo uno habló :
Río Cantarín, río Cantarín,
yo te invoco, yo te invoco
soy el Señor Pocoloco
que antes de partir
te pide un nombre infantil
para este muñeco satarín.
Las aguas formaron un remolino y el HADA apareció bellísima, con su vestido de color verde. Cuando vio al muñeco le miró a los ojos y le dijo :
Veo que ya has descubierto como divertirte con los niños.
El Señor Pocoloco me pide un nombre para ti,
y es fácil decidir.
delante de tus amigos, que hasta aquí han venido, yo os digo:
a partir de hoy,
aquí y donde sea,
este muñeco que tanto desea
jugar con los niños y niñas
será conocido
como Cosquillas
Todos los presentes explotaron en aplausos y felicitaciones a Cosquillas que lloraba de emoción.
El Señor Pocoloco estaba contentísimo, y sin perder un minuto preparó la maleta, en la que reservó el mejor lugar para su muñeco más querido. Entre tanto, Cosquillas se despidió de la Sra. Castañuelas y de los duendecillos, y hasta se atrevió a dar un beso y un abrazo al HADA, que se sonrojó y echó a reír, cuando el muñeco la tocó.
Media hora después, tras bien atado su equipaje, el Señor Pocoloco, como era su costumbre, se subió a una nube azul y dejó que el viento le llevase lejos del País de la Plastilina.
La nube pasó por encima de llanuras y montañas, y un atardecerse posó, suavemente, sobre la torre más alta de un castillo. El duende pensó: Bien, este es un buen lugar para dar un paseo y conocer gente. Veamos donde estamos. Y, tras estudiar su mapa, comprobó que se encontraba en el castillo de una ciudad llamada Monzón. Se arregló la barba, abrió la maleta, saludó a Cosquillas que había dormido durante el viaje, y juntos recorrieron el camino que bajaba a la ciudad.
Estaba nervioso. Tenía tantas ganas de jugar con niños que no sabía en que casa entrar.
El Señor Pocoloco le miró y le dijo: Cosquillas, tu mereces… algo especial… el don de hacer reír… no es muy común… así que… propongo… que te instales en un Cuarto de Jugar al que puedan venir todos los niños que lo deseen. ¿ Qué te parece ?.
El muñeco asintió y vosotros que me escucháis, o leéis esta historia, ya sabéis donde vivió… y donde hizo sus travesuras.
Allí fue muy feliz. Además, aprendió a jugar a la comba y al parchís… y sus amigos le vetían cada día con un traje diferente y le ponían un calcetín de cada color . . . y le regalaron un sombrero con plumas de colores . . .
Y él organizaba fiestas . . . y preparaba tartas y pasteles, y hasta se disfrazó como el HADA del arroyo Cantarín cuando llegó el tiempo de carnaval.
Y muchas cosas más… por ejemplo… un día preparó una excursión para visitar, con sus amigos, el río Cinca y la ermita de la Alegría y… cuando estaban todos a punto de subir a la gran nube que los iba a llevar, ocurrió que… aparecieron por sorpresa Miércoles y Luna Llena que habían viajado hasta Monzón para saludar a Cosquillas.
Bueno amigos esa es otra historia . . .
¡ ¡ Os la cuento mañana ! ! ¿Vale?
El muñeco que hacía reír